12 de junio de 2018



Bárbaros  
Enfoque de Domingo  (Diario de Cádiz)
Por P. Vera, M. Fossati 10 de junio, 2018 

"Los bárbaros, para los griegos, eran los que balbuceaban: la otredad no la daban la piel o la geografía, sino la lengua. Al cabo de los siglos, los que aprenden y enseñan las lenguas clásicas han terminado siendo los “bárbaros”, los otros, los que chapurrean cosas incomprensibles. Si las humanidades son el flanco débil del conocimiento en época de utilitarismo rampante –y de precariedad rampante–, el centro de ese flanco son las lenguas clásicas. Para qué sirven. Qué pintan hoy en día, si total. Hablamos con Rafael Gallé, catedrático de Filología Griega en la UCA; Antonio Serrano Cueto, catedrático en Filología Latina; y Carmen Gutiérrrez, profesora de clásicas en el IES Jorge Juan de San Fernando. “Realmente, la gran bestia negra de la que estamos hablando todo el rato –dice Rafael Gallé– es la utilidad inmediata”.
Los tres aseguran estar hartos de pasarse la vida justificando lo que hacen. Los tres adoran lo que hacen." [...]

  
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1 comentarios:

Sandra Ramos dijo...

En primer lugar quiero dar mi enhorabuena a los autores del artículo, tanto a los periodistas como a los profesores y a los estudiantes de Secundaria de Chiclana, en especial a estos últimos, por la frescura y emoción de sus palabras. Artículos como estos son muy necesarios en la actualidad para la defensa de las humanidades y de nuestros estudios clásicos. Dicho esto y debido a la respuesta que ha suscitado en las últimas horas cierto comentario del artículo entre determinados docentes me veo en la necesidad de intervenir y precisar algo que se dice en ese artículo, que no comparto en absoluto. Considero que para defender nuestras disciplinas no es necesario recurrir a opiniones polémicas, tendenciosas y en gran medida desconocedoras de la realidad, haciendo creer a los lectores que una opinión personal es compartida por todo el profesorado de mi Departamento. Me refiero al párrafo que aparece encabezado por el epígrafe “Si se llaman lenguas muertas, es por algo” y que continúa diciendo “Hay quien intenta que esto no sea así. El método Olberg…”, con una errata que anticipa lo que luego se dirá.
Aunque el comentario va dirigido a los profesores de instituto, el método también se utiliza, como los entrevistados saben, en la Universidad, también en la mía. Por ello quiero aclarar la posición del Departamento de Filología Clásica de la UCA y, en especial, del Área de Filología Latina. Somos una de las instituciones pioneras en España en la defensa de las metodologías activas tanto para Secundaria como para Universidad (véase nuestra Memoria de Grado aprobada por el Departamento y por Junta de Facultad). Entre sus iniciativas nuestro Departamento ha avalado públicamente la serie de libros LLPSI escrita por el Prof. Hans H. Ørberg, metodología aplaudida y reconocida a nivel mundial, absolutamente desconocida para los profesores de la entrevista, como se ve, porque cualquiera que haya usado estos libros sabe perfectamente que su objetivo no es enseñar a hablar en latín, sino precisamente adquirir (si se usan como es debido) una alta destreza lectora de textos latinos clásicos, competencia incluida entre las casi 50 de nuestro Grado junto con la traducción (leer no es lo mismo que traducir).
El Prof. D. José Mª Maestre, Catedrático de Filología Latina de nuestro Departamento y Director del mismo, con un prestigio nacional e internacional fuera de dudas, avaló, como es sabido, los libros de Ørberg en los años en que se introdujo el método en España a través de la ALF, la Asociación CulturaClásica.com y la AALG. Baste recordar el prólogo que escribió el Prof. Maestre para el libro LATINE DOCEO, de 2007 (pp. 6-8), de la colección LLPSI, en cuyo final dice: “El profesor que en España lea el presente libro y aplique el método en él expuesto, comprobará pronto la irracionalidad del tradicional método memorístico hasta ahora imperante en nuestro país y logrará que sus alumnos puedan degustar en breve sin dificultad los ricos manjares de los autores latinos”. Estas palabras, salvo que el autor se desdiga públicamente de ellas, siguen vigentes.

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